Agricultores contra Monsanto; demandas por la utilización del herbicida dicamba
Cuando los herbicidas se filtran hasta las tierras vecinas y
provocan daños en los cultivos
Por Carey Gillam
El propietario de una tierra en Missouri donde cultiva melocotones ha
presentado una demanda contra la antigua Monsanto Co por los
cuantiosos daños en sus cultivos, del orden de varios millones de
dólares. Estas pérdidas que el agricultor reclama son el resultado
de la estrategia de esta corporación de inducir a los agricultores a
comprar semillas y productos químicos muy especializados y con un
alto precio.
El juicio se inició el pasado 27 de enero en el Tribunal de Distrito
de Cape Girardeau de los Estados Unidos, Missouri. Bill Bader, el
agricultor, que lleva cultivando melocotones en la región de
“Bootheel” durante 40 años, solicita una indemnización de 20
millones de dólares. En la demanda alega que en su explotación
obtuvo una pérdida de más de 30.000 árboles debido a los
procedimientos que recomienda Monsanto, en colaboración con la
corporación química alemana BASF, que consisten en un nuevo sistema
de cultivo en el que se utilizan semillas modificadas genéticamente
diseñadas para tolerar la aplicación del herbicida dicamba.
Bader afirma que Monsanto le vendió semillas de soja y de algodón
tolerantes al herbicida dicamba a pesar de que sabía que eso
provocaría daños en los campos agrícolas en los que no se
utilizaron semillas resistentes a ese herbicida. Según la demanda,
esta corporación induce a los agricultores a comprar estas semillas
especiales para así evitar los daños a los cultivos por los
herbicidas que proceden de las tierras de cultivos aledañas que sí
utilizan cultivos transgénicos y donde aplican el herbicida dicamba.
El análisis de las hojas de los melocotoneros recogidas mostraron
que llevaban rastros de dicamba. Se trata de una explotación
familiar de unas 2.000 hectáreas, que producía alrededor de
2.500.000 kg de melocotones al año, además de maíz, soja, varias
bayas, manzanas y tomates, y ahora está luchando por sobrevivir.
Monsanto, que fue adquirida por Bayer AG en 2018, y BASF, que es la
empresa que desarrolló dicamba en la década de 1950, han afirmado
que puede haber otros factores como responsables de estos problemas,
incluyendo un hongo que se haya desarrollado en el suelo. Las
empresas niegan tener responsabilidad algunas en los daños
provocados.
Pero entre las pruebas aportadas hay documentos internos de Monsanto
que muestran que la corporación conocía que se podían presentar
miles de quejas por filtraciones a las tierras vecinas después de la
comercialización de sus nuevas semillas.
Bader es sólo uno de los muchos agricultores que dicen ser víctimas
de esta catástrofe química, ya prevista hace muchos años, y que ha
arruinado millones de hectáreas de cultivos. Se han presentado otras
demandas similares en nombre de agricultores de Misisipi, Kansas,
Nebraska, Illinois y otros importantes estados agrícolas.
Dicamba se viene utilizando desde hace más de 50 años, pero
tradicionalmente los agricultores evitaban su aplicación durante los
meses cálidos cuando los cultivos están creciendo, ni en grandes
extensiones de tierra debido a que este producto se filtra a otras
zonas no previstas.
Pero esto cambió en los últimos años debido a la eficacia cada vez
menor de otro herbicida, el glifosato. Comercializado por Monsanto en
la década de 1970, el glifosato fue considerado un herbicida muy
eficaz. Después Monsanto desarrolló los cultivos transgénicos
tolerantes al glifosato en los años 1990, y como la corporación
habría previsto supuso su uso intensivo en la agricultura. Pero con
su expansión muchas
hierbas desarrollaron resistencia a este herbicida, un problema
del que varios científicos ya advirtieron a la corporación.
Para enfrentarse a esta resistencia de las hierbas Monsanto decidió
la utilización del herbicida dicamba, y vender semillas
transgénicas resistentes a dicamba, tal y como se venía haciendo
con el glifosato: destruyendo las hierbas adventicias pero
permitiendo el desarrollo del cultivo transgénico.
Monsanto anunció en 2011 que estaba colaborando con BASF en el
desarrollo de los sistemas de cultivo con dicamba y recibió la
aprobación reglamentaria de sus semillas transgénicas “Xtend”
en 2015. El herbicida de la corporación con el principio activo
dicamba tiene el nombre comercial de “XtendiMax” y el de BASF
“Engenia”.
Del mismo modo que los científicos habían advertido de la
resistencia de las hierbas al herbicida glifosato, también
advirtieron a Monsanto de que los nuevos usos de dicamba
probablemente dañarían las explotación que no tuvieran cultivos
transgénicos tolerantes a dicamba. Pero aseguró a los agricultores
que su
herbicida no pasaría a otras tierras de cultivo.
Pero la corporación comercializó las nuevas semillas antes de que
su nueva formulación de dicamba fuera aprobada por la EPA (Agencia
de Protección Ambiental de los Estados Unidos), lo que generó que
muchos agricultores compraran los nuevos cultivos transgénicos y
comenzaran aplicar dicamba en grande cantidades en los meses cálidos.
Además de los cultivos, se ha informado de que dicamba también daña
árboles, jardines y plantas silvestres, de los que depende la abeja
para su nutrición.
Los empleados de Bayer, propietaria de Monsanto, sostienen que la
mejora en la formación de los agricultores está resolviendo este
problema.
Steve Smith, director de agricultura de Red Gold Inc, la mayor
empresa procesadora de tomates del mundo, dijo que Red Gold no ha
tenido daños hasta ahora, pero que ha tenido que quitar los árboles
frutales de su residencia. Smith ha estado presionando para que se
impongan restricciones al nuevo cultivo tolerante a dicamba.
Smith fue miembro del consejo asesor de Monsanto sobre dicamba,
testificó en el juicio de Bader, diciendo que la corporación ya
había sido advertida sobre los riesgos que sistema de cultivos con
dicamba podía provocar a los agricultores.
En 2012 Smith colaboró con una coalición de unos 2.000 agricultores
y empresas alimentarias de los Estados Unidos para tratar de obligar
a una regulación gubernamental que analizase el nuevo sistema de
dicamba y un sistema similar que utiliza el herbicida 2,4-D,
declarando entonces que los nuevos herbicidas representaban una
amenaza real para casi todos los cultivos alimentarios.
Reiteró este planteamiento en la entrevista con Sierra: “Les
dijimos una y ota vez que no era una buena idea. Siguen diciendo que
es cuestión de formar a los agricultores, pero el problema no es la
formación, sino el producto químico”.
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