Cómo el X-Club de Huxley fundó la revista Nature y entorpeció el desarrollo de la ciencia durante 150 años
por Matthew J. L. Ehret, 16 de mayo de 2020
En
medio de la gran polémica suscitada por la teoría del origen en un
laboratorio de COVID-19, preconizada por figuras como el virólogo
Luc Montagnier, premio Nobel, el experto en armas biológicas Francis
Boyle, el cardenal de Sri Lanka Malcolm Ranjith y el jefe de la
Guardia Revolucionaria de Irán, se emprendió un minucioso proyecto
para refutar de una vez por todas las afirmaciones de la revista
Nature para refutar de una vez sobre el origen del
SARS-CoV-2".
Este
proyecto estuvo dirigido por un equipo de virólogos evolutivos que
utilizaron una línea de razonamiento según la cual "la
mutación aleatoria puede dar cuenta de cualquier cosa" y fue
repetido en voz alta por Fauci, los funcionarios de la OMS y Bill
Gates con el fin de poner fin a todo debate incómodo sobre los
posibles orígenes de COVID-19 en un laboratorio y, al mismo tiempo,
impulsar una campaña mundial de vacunación. El 18 de abril, el Dr.
Fauci (cuyos estrechos vínculos con Bill Gates y las Grandes
Farmacéuticas tienen mucho que ver con su gestión de cientos de
miles de millones de dólares de dinero para investigación),
declaró:
“Recientemente
se ha realizado un estudio que podemos poner a su disposición, en el
que un grupo de virólogos evolutivos altamente cualificados han
estudiado las secuencias que hay y las secuencias en los murciélagos
a medida que estos evolucionan. Y las mutaciones que se dieron para
llegar al punto en el que se encuentra ahora es totalmente
consistente con el salto de una especie animal a un humano”.
Creo que en este momento, cargado de conjeturas, confusión y datos
poco definidos, es útil alejarse del presente y buscar puntos de
referencia más amplios a partir de los cuales podamos reevaluar los
acontecimientos que se desarrollan actualmente en el escenario
mundial.
Para ello, empecemos por hacer una nueva serie de preguntas:
¿Qué es exactamente la revista Nature? ¿Es realmente una
plataforma "objetiva" para la investigación científica
pura no contaminada por la mugre de las agendas políticas? ¿Es esta
abanderada del "método apropiado", que puede construir o
destrozar la carrera de cualquier científico, verdaderamente la
revista científica que dice ser o hay algo más turbio por
descubrir?
Como presenté una parte de esta noticia
en mi anterior entrega de esta serie, se ha librado una batalla
muy vieja en torno a los sistemas políticos pero también qué
paradigmas científicos conformarán nuestro futuro.
Algo de contexto histórico
En 1865 se creó un grupo formado por 12 científicos bajo la
dirección de Thomas Huxley, Matthew Arnold, Joseph Hooker y Herbert
Spencer (fundador del darwinismo social) con el nombre de "X
Club" con el objetivo de reformar la estrategia global del
Imperio Británico.
En el momento de la formación de este grupo, el norte de Lincoln
estaba a punto de aplastar la rebelión secesionista que el
establishment de la Inteligencia Británica había trabajado durante
décadas para fomentar guiada por agentes angloamericanos en la
propia América, así como las operaciones en el Canadá británico.
Tras haberse prolongado en exceso durante la Segunda Guerra del Opio
de China (1856-1860), la Guerra de Crimea (1853-1856), la represión
de los levantamientos indios (1857-1858) y el patrocinio de la
Confederación del Sur (1861-1865), el Imperio Británico sabía que
estaba al borde del colapso. El mundo estaba llegando rápidamente a
una situación desquiciada, y un nuevo paradigma de cooperación
beneficiosa para todos se estaba expandiendo desde la América de
Lincoln a las naciones de todo el mundo (la americana era una nación
muy diferente del gigante tonto angloamericano que el mundo ha
conocido desde el asesinato de JFK en 1963 -MEK-).
El sistema de Lincoln había sido conocido como "Sistema
Americano de Economía Nacional", un nombre creado por el padre
de la organización alemana Zollverein Friedrich List años antes. A
diferencia del libre comercio británico, este "sistema
americano" se basaba en el proteccionismo, la banca nacional, la
infraestructura a largo plazo y, lo que es más importante, ponía en
valor la capacidad de la mente humana para hacer descubrimientos e
inventos, tal como se describe en el discurso de Lincoln de 1858 con
el mismo nombre. En este sistema, el concepto constitucional del
Bienestar General no era mera letra en un pergamino, sino más bien
el principio rector del valor monetario y la política nacional.
El principal asesor económico de Lincoln y coordinador de la
exportación del sistema americano a nivel internacional después de
la Guerra Civil se llamaba Henry C. Carey. Ya en 1851, Carey escribió
su Harmony of Interests que decía:
“Dos
sistemas están ante el mundo; el primero busca aumentar la
proporción de personas y de capital dedicados al comercio y al
transporte, y por lo tanto disminuir la proporción dedicada a la
producción de mercancías con las que comerciar, con un retorno
necesariamente disminuido al trabajo de todos; mientras que el otro
busca aumentar la proporción dedicada al trabajo de producción, y
disminuir la dedicada al comercio y al transporte, con un mayor
retorno para todos, dando al trabajador buenos salarios, y al dueño
del capital buenos beneficios... Uno busca el pauperismo, la
ignorancia, la despoblación, y la barbarie; el otro en aumentar la
riqueza, la comodidad, la inteligencia, la combinación de acción, y
la civilización. Uno mira hacia la guerra universal; el otro hacia
la paz universal. Uno es el sistema inglés; el otro podemos estar
orgullosos de llamarlo el sistema americano, ya que es el único cuya
tendencia fue la de elevar mientras se iguala la condición del
hombre en todo el mundo”.
En Alemania, el Sistema Americano inspirado en Zollverein (unión
aduanera) no sólo había unificado una nación dividida, sino que la
había elevado a un nivel de capacidad productiva y soberanía que
había superado el poder de los monopolios de la Compañía Británica
de las Indias Orientales. En Japón, los ingenieros americanos
ayudaron a montar los trenes financiados por un sistema bancario
nacional, y la tarifa preventiva durante la Restauración Meiji.
En Rusia, el seguidor del sistema estadounidense Sergei Witte,
Ministro de Transporte y asesor cercano del Zar Alejandro III,
revolucionó la economía rusa con los trenes de fabricación
estadounidense que circulaban por el ferrocarril transiberiano. Ni
siquiera el Imperio Otomano permaneció indiferente a la inspiración
para el progreso, ya que el Ferrocarril de Berlín a Bagdad se inició
con la intención de desencadenar un audaz programa de modernización
del suroeste de Asia.
La construcción de ferrocarriles continentales y las fuerzas
industriales de las naciones a nivel internacional, hizo que el
concepto de un puente terrestre mundial elaborado por el Gobernador
de Colorado William Gilpin se hiciera realidad rápidamente. Para
aquellos que no lo sepan, Gilpin (que también fue el guardaespaldas
de Lincoln y el más firme defensor del ferrocarril transcontinental
de América) pasó décadas defendiendo el sistema internacional de
cooperación entre iguales que él esbozó en su declaración de 1890
sobre el Ferrocarril Cosmopolita:
“Las
armas de la matanza recíproca son arrojadas lejos; las pasiones
sangrientas encuentran un freno, la mayoría de la familia humana
acepta las enseñanzas esenciales del cristianismo EN LA PRÁCTICA...
Se descubre el espacio para la virtud industrial y el poder
industrial. Las masas civilizadas del mundo se reúnen; se iluminan
mutuamente y fraternizan para reconstituir las relaciones humanas en
armonía con la naturaleza y con Dios. El mundo deja de ser un campo
militar, incubado sólo por los principios militares de la fuerza
arbitraria y la sumisión abyecta. Un nuevo y gran orden en los
asuntos humanos se inaugura a partir de estos inmensos
descubrimientos y eventos coincidentes”.
Reorganizarse o morir
El Imperio Británico sabía que este nuevo paradigma emergente
convertiría tanto su control marítimo del comercio internacional en
algo tan obsoleto como su programa internacional de usura y
explotación comercial.
Estaba claro que algo tenía que cambiar dramáticamente, ya que si
el imperio no podía adaptarse en respuesta a este nuevo paradigma,
seguramente pronto perecería. La tarea de dar nueva forma a la
política imperial desde un enfoque de control de "fuerza
material" a una mayor " fuerza mental" de control, fue
asignada a T.H. Huxley y al X Club. Este grupo estableció los
principios científicos rectores del imperio que pronto fueron
puestos en práctica por dos nuevos grupos de reflexión conocidos
como la Sociedad Fabian y el Rhodes Scholar Trust que esbocé en mi
serie de 3 partes "Orígenes
del Estado Profundo en América del Norte".
Huxley, que es famoso como "el bulldog de Darwin" por
promover implacablemente la teoría de la Selección Natural de
Darwin (una teoría en cuyos méritos científicos ni siquiera creía)
pronto decidió que el grupo debía establecer una revista para
promover su propaganda.
Fundada en 1869, la revista se llamaba Nature y contenía
artículos de Huxley y varios miembros del X Club. El propósito más
profundo del X Club y su revista como se describe en un artículo de
2013 titulado "Revolución
Horrible: La Revolución Maltusiana en la Ciencia del X Club",
se orientó hacia la redefinición de todas las ramas de la ciencia
en torno a una interpretación estadística-empirista del universo
que negaba la existencia de la razón creativa en la humanidad o la
naturaleza. La ciencia se transformó del estudio ilimitado y la
perfectibilidad de la verdad a una "ciencia de los límites"
matemáticamente cerrada.
La ciencia de los "límites" se convirtió en el fundamento
de una ciencia económica de la oligarquía para la élite y
naturalmente tuvo que mantenerse encubierta de las mentes de la
población en general ya que seguía el principio matemático de
Thomas Malthus sobre el crecimiento de la población. El "principio"
de población de Malthus suponía que los humanos irreflexivos se
reproducen geométricamente mientras que la abundancia de la
naturaleza sólo crece aritméticamente y, como tal, los colapsos
periódicos de población eran una ley natural inevitable que, en el
mejor de los casos, podía ser manejada por un sacerdocio científico
oligárquico que estaba obligado a sacrificar periódicamente a la
manada.
Malthus y los líderes del X-Club creían que la naturaleza otorgaba
a la clase dirigente ciertas herramientas para llevar a cabo esta
importante tarea (a saber, la guerra, la hambruna y la enfermedad) y
Malthus lo declaró a sangre fría en su Primer
ensayo sobre la población de 1799:
“Deberíamos
facilitar, en lugar de tratar tonta y vanamente de impedir, las
operaciones de la naturaleza en la producción de esta mortalidad; y
si tememos la visita demasiado frecuente de la forma horrible de la
hambruna, deberíamos alentar prudentemente las otras formas de
destrucción, que obligamos a la naturaleza a utilizar. En nuestras
ciudades deberíamos estrechar las calles, meter más gente en las
casas, y procurar el regreso de la plaga”.
El apoyo del X Club a la teoría darwiniana de la Selección Natural
fue menos una decisión científica en este sentido y más una
decisión política, ya que Darwin admitió más tarde en su
autobiografía que su propia teoría provenía directamente de su
estudio de Malthus:
“En
octubre de 1838, quince meses después de haber comenzado mi
investigación sistemática, leí por casualidad para divertirme el
libro de Malthus sobre la Población, y estando preparado para
apreciar la lucha por la existencia que se libra en todas partes, a
partir de la observación largamente continuada de los hábitos de
los animales y las plantas, se me ocurrió inmediatamente que en
estas circunstancias las variaciones favorables tenderían a
preservarse y las desfavorables a destruirse. El resultado sería la
formación de una nueva especie. Aquí, entonces, tenía por fin una
teoría con la que trabajar”.
Al universalizar Malthus en toda la creación viviente, el X Club
oscureció la diferencia cualitativa entre los humanos y los monos,
lo cual era beneficioso para un imperio que sólo puede controlar a
los humanos cuando adoptan la ley de la selva como normas de práctica
moral y formación de la identidad en lugar de cualquier cosa que sea
realmente moral.
Por lo tanto, no fue un accidente que Henry C. Carey apuntara al
Darwinismo, a Malthus y al X Club implacablemente en su Unidad de
la Ley: Una exposición sobre las relaciones de la ciencia física,
social, mental y moral (1872). En este importante libro, Carey
atacó todos los sistemas fundados en las relaciones amo-esclavo
diciendo:
“De ahí que haya dado origen a la doctrina de la
superpoblación, que es simplemente la de la esclavitud, la
desorganización y la ruina social, como condición última de la
humanidad; que, además, es consecuencia de las leyes emanadas de un
Ser omnisciente y todopoderoso que podría, si lo quisiera, haber
instituido leyes en virtud de las cuales la libertad, el orden, la
paz y la felicidad hubieran sido la suerte del hombre. Que estas
últimas han sido instituidas, que el esquema de la creación no es
un fracaso; que no está empañado por errores como los asumidos por
el Sr. Malthus; está probado por todos los hechos presentados a la
consideración de las comunidades que avanzan en el mundo, que el
espíritu de paz, tanto entre los individuos como entre las naciones,
crece cuando crece la población y aumenta el poder de
autodeterminación”.
Enfoques anti-Darwinianos sobre la Evolución
Aunque hoy en día se nos dice con demasiada frecuencia que no ha
existido ningún sistema alternativo fuera de la teoría de la
evolución de Darwin, una mirada más atenta a la historia de la
ciencia durante el siglo XIX demuestra que eso está lejos de ser
cierto.
Durante este período, una revolución científica anti-Darwiniana
estaba floreciendo en las ciencias de la vida bajo la dirección de
figuras como James Dwight Dana, Jean-Baptiste Lamarck, Alexander von
Humboldt, Georges Cuvier, Karl-Ernst von Baer, y Benjamin Silliman.
Estos científicos no sólo comenzaron a cuestionar la teoría
estática de la naturaleza derivada de una lectura literal de la
Biblia, sino que dieron grandes pasos en la comprensión de los
mecanismos causales superiores que definen el flujo de la evolución.
Este proceso se esbozó en una conferencia de 2010 dictada por el
autor de este artículo, titulada "La cuestión sobre la
mentalidad olvidada de Darwin".
A diferencia de muchos de nuestros científicos modernos, estas
figuras nunca vieron una dicotomía que separara la ciencia de la
religión, ya que la "ciencia" se entendía nada menos que
como investigación y participación en la Creación de Dios, y como
tal la biosfera y todas las "unidades" dentro de ella se
definían implícitamente como más que la suma de sus partes y todas
las teorías de la evolución se aproximaban rápidamente y estaban
impulsadas por la intención, la armonía y la direccionalidad.
Este punto de vista fue expuesto brillantemente por el gran
naturalista y embriólogo Karl Ernst von Baer que escribió en su
"Sobre el propósito de la naturaleza" (1876):
“Las interconexiones recíprocas de los organismos entre sí y
su relación con los materiales universales que les ofrecen los
medios para sostener la vida, es lo que se ha llamado la armonía de
la naturaleza, es decir, una relación de regulación mutua. Así
como los tonos sólo dan lugar a una armonía cuando están unidos
entre sí de acuerdo con ciertas reglas, así también los procesos
individuales en la totalidad de la naturaleza sólo pueden existir y
perdurar si se mantienen en ciertas relaciones entre sí. El azar es
incapaz de crear nada duradero, sino que sólo es capaz de destruir”.
Huxley y los darwinianos, por otra parte, promovieron una
interpretación opuesta "de abajo hacia arriba" de la
evolución, comenzando con las imaginarias "mutaciones
aleatorias" en lo inconmensurablemente pequeño que
supuestamente se acumulan en la suma conjunta de todas las especies y
la biosfera. Esta biosfera se definió así como poco más que la
suma de sus partes.
La escuela imperial del X Club de Huxley negó no sólo la existencia
de la creatividad desde este punto de vista metafísico superior,
sino que también negó el hecho de que la humanidad puede traducir
de manera única los frutos de esos descubrimientos creativos en
nuevas formas de progreso científico y tecnológico que tuvieron el
efecto de aumentar la capacidad de nuestra especie para trascender
nuestros "límites de crecimiento" (o como los
neo-maltusianos modernos han denominado nuestra "capacidad de
carga").
La revista Nature continúa su triste legado
A lo largo del siglo XX la revista Nature se ha ganado una fea
reputación como ejecutora de modelos de pensamiento
deductivos/inductivos que han destruido las carreras y vidas de
muchos científicos creativos.
Uno de estos científicos fue el preeminente inmunólogo Jacques
Benveniste (1935-2004) que sufrió una caza de brujas durante 15 años
dirigida por la revista Nature como castigo por sus
descubrimientos sobre "la memoria y la vida del agua" (es
decir, cómo las moléculas orgánicas configuran la geometría de
las moléculas de H2O e imprimen su "información"
en dicha agua).
Esta campaña de difamación comenzó en 1988 cuando la revista
Nature realizó un intento "oficial" de duplicar los
resultados de los descubrimientos de Benveniste sobre el poder del
agua para retener la información de las sustancias alergénicas
dentro de su estructura, que seguían causando reacciones alérgicas
en los tejidos y órganos vivos mucho después de que se filtraran
todos los rastros de las sustancias de diversas soluciones.
Como se describe en el documental Water
Memory de 2014, la revista Nature llegó a contratar a un
mago de teatro llamado James Randy para codirigir un equipo de
investigación que intencionalmente estropeó los resultados de
Benveniste, mintió sobre los datos y condenó a Benveniste como un
estafador. Esta operación arruinó la reputación del científico,
agotó su financiación y mantuvo a la biología encerrada en la
jaula materialista durante otras tres décadas. Las campañas de
difamación de la revista Nature fueron descritas por
Benveniste como una "burla" que utilizó "métodos
similares a los de McCarthy y campañas de difamación pública"
para aplastarlo.
La lucha de hoy por una ciencia de las causas
Tanto si COVID-19 surgió de forma natural, como lo atestigua la
revista Nature, como si surgió en un laboratorio, como cree
el Dr. Luc Montagnier, lo que es seguro es que la ciencia puede
retrasarse temporalmente, pero su curso evolutivo no puede detenerse
para siempre.
Hoy en día, el legado de Alexander von Humboldt, Karl Erst von Baer
y Cuvier, Dana, Vernadsky y Benveniste está vivo y coleando con el
Dr. Montagnier y los equipos de investigadores internacionales que
han llevado el trabajo teórico, experimental y clínico sobre la
memoria del agua a un nuevo y revolucionario nivel con la apertura de
una nueva escuela de biofísica óptica cuántica, tal y como señalé
en mi reciente artículo Big
Pharma Beware: El Dr. Montagnier arroja nueva luz sobre COVID-19 y el
futuro de la medicina.
Describiendo las próximas revoluciones en biología, Montagnier
dijo:
“El día que admitamos que las señales pueden tener efectos
tangibles, las usaremos. A partir de ese momento seremos capaces de
tratar a los pacientes con ondas. Por lo tanto, es un nuevo dominio
de la medicina que la gente teme, por supuesto. Especialmente la
industria farmacéutica... un día seremos capaces de tratar cánceres
usando ondas de frecuencia”.
Con el audaz llamamiento para un programa científico internacional
de terapia de choque mediante ondas armónicas para hacer frente a
COVID-19, y con el nuevo alineamiento de los sistemas nacionalistas
en medio de la alianza multipolar liderada por Rusia y China, hay una
seria posibilidad de que el nuevo paradigma de cooperación defendido
por Henry C. Carey, Lincoln y otros patriotas internacionales a raíz
de la Guerra Civil de Estados Unidos, y que pueda realmente florecer
una vez más.
Matthew
Ehret es el fundador de The Canadian Patriot Review y es autor de 3
volúmenes de la serie de libros Untold History of Canada. Es
corresponsal y experto en charlas tácticas de la BRI y cofundador de
la Fundación Marea Creciente, de Montreal.
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