El Dr. Montagnier sobre el COVID-19 y el futuro de la medicina
Esas “terapias de blanqueo” a las que hizo referencia Trump en
su discurso son mucho más complejas que lo que señalan sus
detractores de la corriente dominante y no tienen nada que ver con la
inyección de un desinfectante en la corriente sanguínea, dice
Matthew J. L. Ehret.
por Matthew J. L.
Ehret, 2 de mayo de 2020
Este
16 de abril se habló mucho del Dr. Montagnier en todo el mundo,
debido a que el controvertido virólogo dijo que no cabía desechar
la idea de que el coronavirus Covid-19 no haya sido desarrollado en
un laboratorio y que, por tanto, no sea efecto natural de la
evolución de un virus.
Hizo
referencia a
un estudio publicado en la Escuela de Biología Kusama de Nueva
Dehli el pasado 31 de enero, del que dice Montagnier (ganador del
premio Nobel en 2008 por su descubrimiento del virus del VIH en 1983)
que señala la aparición de segmentos virales de ARN del VIH dentro
del genoma del Covid-19, algo que no podría haberse dado de forma
natural, describiéndolo con las siguientes palabras:
“Hemos
analizado cuidadosamente la descripción del genoma de este virus
ARN. No hemos sido los primeros, ya que un grupo de investigadores
indios trató de publicar un estudio que mostraba que el genoma
completo de este virus tiene dentro secuencias de otro virus, el del
VIH”:
Si bien el equipo de la India ha sido obligado a retractarse de su
publicación debido a la gran presión de la corriente médica
dominante (que no se ha molestado en refutar seriamente el contenido
de la investigación de ese estudio, sino que se ha conformado con
decir que todo ha sido “una mutación aleatoria que hace que todo
sea posible”), Montagnier afirma que “la verdad científica
siempre sale adelante”.
Pero no en China, como quizás erróneamente ha señalado el Dr.
Montagnier. El desconocimiento político de Montagnier se hizo
evidente cuando se le preguntó quién podía ser el culpable. Al
afirmar que se sintetizó en un laboratorio BSL4 de Wuhan, China,
cayó en la trampa tendida por la inteligencia angloamericana, que
lleva tiempo promoviendo una confrontación militar con China.
Ahora bien, aunque Montagnier niega que China haya esparcido de
manera deliberada este virus con malas intenciones (a diferencia de
esa manada de neoconservadores que actualmente hacen un claro
llamamiento en favor de la guerra), la hipótesis de “el origen en
un laboratorio de Wuhan” ignora
el hecho de que el Pentágono posee 25 laboratorios repartidos
por todo el mundo que han desarrollado diversos coronavirus, incluso
variedades a partir de virus de murciélagos, como ya demostró un
notable artículo de la periodista Whitney Webb en febrero de
2020.
Aunque se impuso una prohibición temporal entre 2014 a 2017 de
financiación del “doble uso” a la investigación sobre armas
biológicas en los Estados Unidos, nada ha impedido que se sigan
realizando a nivel internacional o incluso de manera encubierta en
los 11 laboratorios militares situados en suelo estadounidense y
vinculados con el mismo Fort Detrick, que fue clausurado en julio de
2019 en unas circunstancias todavía no aclaradas. Como ya dije en mi
anterior artículo The
Project for a New American Century, 9/11 and Bioweapons (El
Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, el 11-S y las armas
biológicas), afirmaba que desempeñaría un importante papel en
el arsenal de guerra del siglo XXI: “las formas más avanzadas
de la guerra biológica que pueden “apuntar” a genotipos
específicos, pueden transformar la guerra biológica mediante el
imperio del terror en una herramienta útil políticamente”.
La Terapia de Ondas de Luc Montagnier: ¿charlatanería o
brillantez?
Pero el aspecto más interesante de la intervención de Montagnier el
pasado 16 de abril, en mi opinión, no reside en su opinión de que
el coronavirus puede haber sido desarrollado en un laboratorio, sino
más bien en su propuesta científica, a menudo pasada por alto, de
un programa internacional de terapia de choque mediante ondas
electromagnéticas. En lugar de invertir en vacunas, Montagnier
propone que sería mucho más eficiente el desarrollar un proyecto de
choque con un enfoque muy distinto de los tratamientos virales que
actualmente se emplean en la sociedad y en los que hemos sido
educados:
“Creo que podemos provocar unas ondas de interferencia contra
las secuencias de ARN, eliminando así esas secuencias de ondas, y
por tanto, detener esta pandemia”.
Antes de tachar a estas declaraciones de charlatanería, algo que
muchos directamente suelen hacen, hay que tener en cuenta que el
propio Presidente Trump ha mostrado interés por este enfoque de
Montagnier en su rueda de prensa del 23 de abril:
“Supongamos que lanzamos contra el cuerpo un haz… de luz
ultravioleta o un haz de luz muy poderoso. Ya sé que eso todavía no
se ha comprobado, pero vamos a hacerlo… Lo cual se podría hacer
mediante una luz en el interior del cuerpo, o bien a través de la
piel o de alguna otra manera. Pero lo vamos a probar”.
Mientras que se ha tachado a Trump de anticientífico por estas
declaraciones, lo cierto que esto se debe a la vasta ignorancia de
los increíbles descubrimientos de Montagnier sobre las propiedades
electromagnéticas de la vida, que observado más de cerca no podrían
ser cuestionadas. Esas “terapias de blanqueo” a las que hizo
referencia Trump en su discurso son mucho más complejas que lo que
señalan sus detractores de la corriente dominante y no tienen nada
que ver con la inyección de un desinfectante en la corriente
sanguínea. Esas posibles terapias estarían relacionadas con las
ondas electromagnéticas emitidas por las bacterias, que Montagnier
ha descubierto puede ser el mecanismo más probable de transmisión
de muchas de las enfermedades tanto crónicas como agudas que afectan
a la humanidad. Más adelante seguiremos hablando sobre esto.
¿Qué es la biofísica óptica y qué descubrió Montagnier?
La biofísica óptica es el estudio de las propiedades
electromagnéticas de la física de la vida. Esto significa prestar
atención a las emisiones de luz y las frecuencias de absorción de
las células, el ADN y las moléculas de materia orgánica, cómo
éstas interactúan con el agua (que constituye más del 75% de un
cuerpo humano) y moderadas por el conjunto integrado de campos
electromagnéticos situados en el nivel cuántico y que se extienden
hasta el nivel galáctico.
Sin descartar la naturaleza bioquímica de la vida, que es hegemónica
en el ámbito de las ciencias de la salud, la biofísica óptica se
pregunta: ¿cuál de ellas es PRIMARIA en el crecimiento, la
replicación y la división del trabajo de las células individuales
o de especies enteras de organismos? ¿Son los atributos químicos de
la materia viva o las propiedades electromagnéticas?
Permítanme que explique todo esto un poco más.
Hay aproximadamente 40 billones de células altamente diferenciadas
en el cuerpo humano medio, cada una de ellas realizando funciones muy
específicas y requiriendo de un vasto campo de coherencia e
intercomunicación. Cada segundo mueren aproximadamente 10 millones
de esas células, para ser reemplazadas por 10 millones de nuevas
células que nacen. Muchas de esas células están formadas por
bacterias, y gran parte del ADN y el ARN de esas células está
formado por virus (en su mayoría inactivos), pero que pueden
activarse/desactivarse por diversos métodos tanto químicos como
electromagnéticos.
Aquí está la gran pregunta:
¿CÓMO puede este complejo sistema mantenerse sólo por procesos
químicos, ya sea en el transcurso de un día, un mes o toda una
vida?
La simple física del movimiento de las enzimas que llevan la
información en el cuerpo de un lugar a otro simplemente no explica
la coordinación de la información requerida entre todas las partes.
Aquí es donde entra en juego la investigación de Montagnier.
Después de ganar el Premio Nobel en 2008, el Dr. Montagnier publicó
un revolucionario y herético trabajo en 2010 llamado "Las
Ondas de ADN y el Agua", que sorprendió a la comunidad
médica. En este documento, Montagnier demostró cómo la radiación
electromagnética de baja frecuencia dentro de la parte del espectro
de ondas de radio es emitida por el ADN bacteriano y viral y ¡cómo
dicha luz es capaz de estructurar el agua y transmitir información!
Los resultados de sus experimentos se mostraron perfectamente en el
minuto 8 del vídeo:
“Utilizando un dispositivo foto-amplificador inventado por el
Dr. Jacques Benveniste en la década de 1980 para capturar las
emisiones de luz ultrabaja de las células, Montagnier filtró todas
las partículas de ADN bacteriano de un recipiente de agua y
descubrió que las soluciones que habían sido filtradas y que no
contenían partículas materiales ¡seguían emitiendo ondas de
frecuencia ultrabaja! Esto resultó todavía más interesante cuando
Montagnier demostró que bajo condiciones específicas de un campo de
fondo de 7 Hz (el mismo que la resonancia de Schumann que ocurre
naturalmente entre la superficie de la tierra y la ionosfera), el
recipiente no emisor de agua que nunca había recibido material
orgánico ¡podía ser inducido a emitir frecuencias cuando se
colocaba muy cerca del recipiente emisor! Aún más interesante es
que cuando las proteínas de base, los nucleótidos y los polímeros
(bloques de construcción del ADN) se pusieron en el agua pura, ¡se
formaron clones casi perfectos del ADN original!”.
El Dr. Montagnier y su equipo formularon la hipótesis de que la
única manera de que esto pudiese ocurrir era si la huella del ADN se
imprimía de alguna manera en la estructura misma del agua, lo que
daría lugar a una forma de "memoria del agua" de la que
había sido pionero Jacques Benveniste, cuyos resultados se muestran
en este increíble documental de 2014 "Memoria
del agua".
Así como Benveniste sufrió una de las más feas cacerías de brujas
de los tiempos modernos (dirigida en gran medida por la revista
Nature en 1988), el premio Nobel de Montagnier no lo protegió
de un destino similar, ya que una campaña internacional de calumnias
lo ha seguido durante los últimos 10 años de su vida. Cerca de 40
ganadores del premio Nobel
han firmado una petición denunciando a Montagnier por su herejía
y el gran científico se vio obligado incluso a huir de Europa para
escapar de lo que él describió como una cultura de "terror
intelectual". En respuesta a esta calumnia, Montagnier declaró
a la revista LaCroix: "Estoy acostumbrado a los ataques de
estos académicos que son burócratas recién retirados, cerrados a
toda innovación. Tengo las pruebas científicas de lo que digo".
Describiendo los mayores desafíos para avanzar en esta
investigación, Montagnier declaró:
“Hemos elegido trabajar con el sector privado porque no podía
obtener fondos de las instituciones públicas. El caso Benveniste ha
hecho que todo aquel que se interese por la memoria del agua sea
considerado... quiero decir que huele a azufre. Es un infierno”.
La investigación de Montagnier bajo una nueva luz
En una entrevista de 2011, el Dr. Montagnier recapituló las
consecuencias de sus descubrimientos:
“La existencia de una señal armónica que emana del ADN puede
ayudar a resolver cuestiones que ya vienen de muy atrás sobre el
desarrollo celular, por ejemplo, cómo el embrión es capaz de hacer
sus múltiples transformaciones, como si fuera guiado por un campo
externo. Si el ADN puede comunicar su información esencial al agua
por radiofrecuencia, entonces existirán estructuras no materiales
dentro del entorno acuoso del organismo vivo, algunas de las cuales
ocultan señales de enfermedad y otras que intervienen en el
desarrollo saludable del organismo”.
Teniendo en cuenta estos conocimientos, Montagnier ha descubierto que
muchas de las frecuencias de las emisiones EM (electromagnéticas) de
una amplia variedad de ADN microbiano también se encuentran en los
plasmas sanguíneos de pacientes que sufren de gripe A, hepatitis C e
incluso muchas enfermedades neurológicas que no se consideran
comúnmente causadas por bacterias, como el Parkinson, la esclerosis
múltiple, la artritis reumatoide y el Alzheimer. En los últimos
años, los equipos de Montagnier ¡incluso encontraron ciertas
señales en los plasmas sanguíneos de personas con autismo y varias
clases de cánceres!
Más de una docena de médicos franceses han considerado las ideas de
Montagnier con la suficiente seriedad como para prescribir
antibióticos para tratar el autismo en el transcurso de seis años
y, en oposición a las teorías convencionales, han encontrado que
entre 240 pacientes tratados, 4 de cada 5 vieron que sus síntomas o
¡bien disminuían drásticamente o bien desaparecían por completo!
Estos resultados implican de nuevo que ciertas especies de microbios
emisores de luz difíciles de detectar están más cerca de la causa
de estos males de lo que la industria farmacéutica moderna quiere
admitir.
Un nuevo campo de pensamiento: Por qué las Grandes Empresas
Farmacéuticas deberían preocuparse
Como lo
demostró el experimento realizado en 2014, Montagnier fue aún
más lejos al demostrar que las frecuencias de las emisiones de ondas
dentro de un filtrado ubicado en un laboratorio francés pueden ser
grabadas y enviadas por correo electrónico a otro laboratorio en
Italia donde esa misma grabación armónica fue difundida en
recipientes de agua no emisores, ¡haciendo que los recipientes
italianos comenzasen lentamente a emitir señales! Estas frecuencias
de ADN fueron capaces de estructurar los recipientes de agua
italianos desde la fuente madre a miles de kilómetros de distancia,
resultando en una réplica exacta del ADN en un 98%.
Parados como estamos, en la cúspide de tantos emocionantes avances
en la ciencia médica, deberíamos preguntarnos: ¿qué podrían
significar estos resultados para el multimillonario complejo
industrial farmacéutico que depende de mantener al mundo encerrado
en una práctica de medicamentos químicos y vacunas?
Hablando de este asunto, Montagnier declaró:
“El día que admitamos que las señales pueden tener efectos
tangibles, las usaremos. A partir de ese momento seremos capaces de
tratar a los pacientes con ondas. Por lo tanto, es un nuevo campo de
la medicina que la gente teme, por supuesto. Especialmente la
industria farmacéutica... un día seremos capaces de tratar cánceres
usando ondas de frecuencia”.
El amigo y colaborador de Montagnier, Marc Henry, profesor de química
y mecánica cuántica en la Universidad de Estrasburgo, declaró:
“Si tratamos con frecuencias y no con medicinas se vuelve
sumamente rentable en cuanto a la cantidad de dinero gastado.
Gastamos mucho dinero para encontrar las frecuencias, pero una vez
que se han encontrado, no cuesta mucho tratarlas”.
Ya sea que se hayan sintetizado en un laboratorio como afirma
Montagnier o que hayan aparecido de forma natural como afirma la
revista Nature, el hecho es que la actual pandemia de
coronavirus ha acelerado el colapso del sistema financiero mundial y
ha obligado a los líderes del mundo a discutir la realidad de un
nuevo paradigma necesario y un nuevo orden económico mundial. Queda
por ver si ese nuevo sistema será impulsado por los cárteles
farmacéuticos y los banqueros sociópatas que dirigen la política
sanitaria mundial para una élite tecnocrática de ingenieros
sociales o si será impulsado por los estados nacionales que
conforman los términos de ese nuevo sistema en torno a las
necesidades humanas.
Si los Estados nacionales consiguen reconducir este nuevo sistema,
entonces tendrá que ser impulsado por ciertos principios
fundamentales de la asistencia sanitaria para todos, la reforma de la
práctica de la ciencia y una reforma política/económica más
amplia en la que el carácter sagrado de la vida humana se sitúe por
encima de todas las consideraciones de beneficio monetario. En este
sentido, tales programas de choque en proyectos a largo plazo en la
ciencia espacial, la defensa contra los asteroides, y el desarrollo
Lunar/Marciano serán tan necesarios en el dominio astrofísico como
los programas de choque en la energía de fusión lo serán en el
dominio atómico. La unión de ambos mundos es el dominio de las
ciencias de la vida que cruza las propiedades electromagnéticas de
los átomos, las células y el ADN con las propiedades
electromagnéticas a gran escala de la Tierra, el Sol y la galaxia en
su conjunto.
- Publicado por primera vez en Strategic
Culture Foundation
Matthew Ehret es el fundador de The Canadian Patriot Review y
es autor de 3 volúmenes de la serie de libros Untold History of
Canada. Es corresponsal y experto en charlas tácticas de la BRI y
cofundador de la Fundación Marea Creciente, de Montreal.
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